Cerro Gordo en México, tumba de desaparecidos

Atardecer en el Cerro Gordo, cerca de Iguala (estado de Guerrero), donde se hallaron varias fosas comunes en las últimas semanas (AFP/Yuri Cortez) 

 

IGUALA DE LA INDEPENDENCIA, México, octubre de 2014 - A simple vista destacan sus picos y el verde de sus laderas que, al caer la tarde, se convierte en un juego de colores que van del amarillo al negro, en una transformación que inspira a tomar fotos “para el facebook”, como es usual escuchar. Pero tras la imponente belleza del Cerro Gordo yace un número incierto de cadáveres sin nombre, probablemente de desaparecidos cuyos familiares aún tienen la esperanza de encontrar.

En el centro de Iguala de la Independencia, la tercera ciudad del estado mexicano de Guerrero, sobresale la Iglesia de San Francisco, pintada de color salmón con su cúpula decorada con azulejos azules. Cada día, este templo se convierte en testigo de los movimientos de un ejército de “halcones”, como se conoce en México a los informantes de los narcos que revolotean por todos lados mientras sus jefes permanecen atrincherados en la montaña. 

Un soldado de una fuerza rural especial vigila en Iguala, con la iglesia de San Francisco al fondo, el 12 de agosto de 2014 (AFP/Yuri Cortez)

Somos muchos periodistas visitando la ciudad y “los de arriba” necesitan saber qué hacemos, con quién hablamos, dónde nos hospedamos… Así que el trabajo de estos vigilantes se vuelve incansable y el motor de las scooter ruge para seguir al vehículo que pasa, rotulado como PRENSA en su parabrisas o en el vidrio trasero, y en las afueras de los hoteles, y hasta dentro, hay siempre uno esperando para tomar la foto o enviar un mensaje. Son hábiles con el celular

La noticia que tiene a todos aquí, incluso a enviados de las agencias y cadenas de televisión más importantes del mundo, nació la noche del 26 de setiembre, cuando al parecer policías y narcotraficantes atacaron autobuses con estudiantes. Seis personas murieron ese día, entre ellas varios civiles, y desde entonces, otros 43 alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos están desaparecidos. Todos quieren saber dónde están, qué les pasó.

Zopilotes sobrevuelan las faldas del Cerro Gordo el 10 de octubre de 2014 (AFP/Yuri Cortez) 

 

Los zopilotes sobrevuelan sin pausa el Cerro Gordo. Han pasado ya varios días desde la última vez que se vio a los estudiantes normalistas. Comienza un operativo de las policías Federal, Ministerial y Estatal, que se instalan en una calle que da acceso a las faldas de las colinas. Las camionetas forenses ingresan seguidas por miembros de Protección Civil, Bomberos y más instituciones convocadas para recuperar cadáveres hallados en varias fosas comunes, en la colonia conocida como Las Parotas. 

El acceso en vehículos es imposible, por lo que con ayuda del Ejército y la Marina se abre un sendero para llegar a pie y se instala un cordón militar de seguridad. Los vecinos nos cuentan que estamos en medio de un territorio controlado por narcotraficantes.

“Aquí suben y bajan camionetas casi siempre después de las 22:00 horas”, nos dice un poblador. “Se nota que son gente mala y nosotros nunca salimos de nuestras casas. El temor nos invade porque tenemos hijos, pero yo le digo a mi esposa que si vienen a la casa, aunque sea a dos me llevo (mato)”, nos comenta el joven campesino, quien me dio la primera idea sobre lo que verdaderamente pasaba en el Cerro Gordo.  

Cruces colocadas en una zona de cuerpos sin identificar en el cementerio municipal de Iguala, el 12 de octubre de 2014 (AFP/Yuri Cortez) 

 

“Aquí hay muchas fosas, pero nadie te va a decir nada porque la gente tiene mucho miedo”, agrega tras una breve interrupción porque tuve que ir a tomar fotos de otros vehículos que llegaban. Al regreso, nuestro confidente nos relata que algún vecino católico a veces se atreve a poner una cruz en esos hoyos sin nombre. Y aunque en la mayoría de los casos nada indica que se trate de sepulturas, las delata la tierra removida y el “bulto” que se asemeja a los enterramientos de un cementerio.

En una primera búsqueda encuentran 28 cuerpos, que posteriormente se comprueba que no pertenecen a los estudiantes. ¿Quiénes son?

A falta de arreglos y velas que usualmente coloca la familia del doliente, el Cerro Gordo se encarga de proporcionar una cantidad insuperable de flores multicolores que dan la impresión de estar en un camposanto natural.

Flores silvestres de todos colores camino al Cerro Gordo, el 12 de octubre de 2014 (AFP/Yuri Cortez)  

La gama de amarillos, naranjas y magentas se va desvaneciendo del cielo. El negro empieza a inundar el paisaje y el mar de periodistas decide que es tiempo de marcharse, ya que la zona no es segura. Unos se irán a la capital del estado, Chilpancingo, porque temen que los hoteles en Iguala no sean seguros. Otros deciden que es tarde para emprender el retorno y deciden pernoctar en la ciudad a pesar del riesgo y del miedo. 

En consenso, nosotros decidimos permanecer en el lugar y esperar a ver qué pasa, aún si eso implica dormir en el puesto de control instalado por las autoridades militares y policiales, que hacía visible su poderío de defensa, no solo por los pick-up de doble tracción equipados con ametralladoras pesadas calibre 7.62 y lanzagranadas, sino además por la presencia de una fuerza élite de la Policía Federal. 

Habitantes de Iguala miran a través de la ventana de su vivienda el 12 de octubre de 2014 (AFP/Yuri Cortez)  

Ahí sigo intentando obtener más información del Cerro y me encuentro con un comandante de la Policía Ministerial. Por su pose y el orgullo con que muestra su placa en una foto del whatsApp me imagino que es un “Miami Vice”, que después de varios minutos de conversación, sin haberme preguntado quién era yo o para quién trabajaba me explica que el hallazgo de las fosas fue mérito de su institución, gracias a una labor de inteligencia. Me muestra una fotografía que recién había tomado con su celular en la que se observaban algunas ropas y bolsas plásticas en el lugar. Le pregunto si podría dármela, pues hasta ese momento no había tenido acceso a las tumbas, pero se niega y no insisto. Ya tenía buenos datos. 

La vista desde el lugar es simplemente un alivio a los ojos, las luces de la ciudad quedan a merced de la cámara.

Un árbol lleva un letrero con el nombre de una comunidad ubicada al pie de Cerro Gordo, el 13 de octubre de 2014 (AFP/Yuri Cortez) 

 

Seguimos el desarrollo de la noticia por varios días y poco a poco voy obteniendo más referencias del Cerro Gordo, cosas que me hacían pensar en cómo toda esa belleza natural de las montañas contrastaba con el dolor de decenas de familias que sufren por un ser querido desaparecido; que las flores que ahí crecen, son un tributo para aquellos que ahí descansan, quizás para siempre. 

“En la noche se escuchan gritos de dolor desgarradores, como si estuvieran torturando a alguien”, me comenta otro poblador, un moreno delgado y curtido por el candente sol que a diario baña este valle y quien, para su dieta, recolecta grillos junto a su mujer. Ella lo secunda, y manifiesta que seguido de los llantos se escuchan las risadas de los verdugos, gozando del dolor que causan.

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Decidimos hacer una incursión a la zona. Llegamos en auto hasta cierto punto y después caminamos por horas bajo el sol llameante y la humedad clásica de zonas tropicales, recrudecida porque el día anterior había llovido. Cruzamos pastizales, una milpa plagada de insectos que nos vieron como un manjar pues seguramente nadie aparecía por ahí en días o meses, así que nos tocó ser los donantes del día. 

Visitamos algunos lugares recomendados por pobladores y periodistas locales. No sabemos qué eran, pero pasamos por lugares que llamaríamos fosas, donde del suelo emergían restos de ropas, zapatos, en algunos casos con claros signos de haber sido calcinados, pertenencias de niños y de adultos, las tradicionales botas vaqueras de México y varias colchas (cobertores) con sangre. La hipótesis estaba confirmada, más después de conocer el pequeño autobús colectivo que recorre las faldas del Cerro Gordo, al que los pobladores  bautizaron como “la combi del cementerio”. Como nuestros entrevistados nos dijeron, los lugares siempre están marcados, y así lo verificamos.

Un peluche al borde de un camino que conduce a Cerro Gordo, cerca de Iguala, el 12 de octubre de 2014 (AFP/Yuri Cortez) 

 

En nuestro recorrido pudimos constatar que efectivamente el paraje está lleno de fosas, por doquier. Una belleza natural alimentada con sangre humana y donde los zopilotes merodean cada día atraídos por el olor a putrefacto. 

El silencio que predomina es interrumpido por el zumbido del aleteo de las moscas. Entonces nos invade esa certidumbre de que, sin importar donde se excave, será posible encontrar restos de víctimas que descansan en Iguala, que en náhuatl significa “donde serena la noche”. Para ellos, será una noche eterna y para sus familias un capítulo que quizás nunca tenga final.

Un altar dedicado a la Virgen de Guadalupe en un caserío al pie del Cerro Gordo, el 12 de octubre de 2014 (AFP/Yuri Cortez) 

Yuri Cortez es fotógrafo de AFP destacado en México. Fue parte de un equipo de texto, video y foto enviado al estado de Guerrero.